El 12 de junio de 1980, Pedro Arriola recibió la baja del CD Logroñés, tras siete temporadas, y fue vetado para jugar en otros clubes riojanos. “Salí harto”, me cuenta, “pero tuve una oferta del Sabadell, de Segunda División, que me ofrecía el doble de lo que ganaba, casa y coche. Me lo pensé un minuto y dije que no, porque acababa de ser padre. Aún no había hecho los 27 años y dejé el fútbol. Nunca me he arrepentido”.